Crecimiento espiritual y salud perfecta
Existe una expresión popular que dice “uno es lo que come”, tal vez allí se refleje la implicación que tiene nuestro espíritu en la manera como nos relacionamos con los alimentos que a diario consumimos. El crecimiento espiritual marcha a la par con nuestros hábitos alimenticios. Ser cada día más conscientes y conocedores de la manera como nos relacionamos con la alimentación, nos hace estar más cerca de nuestro interior y de nuestras propias motivaciones. El cuidado de la salud desde el conocimiento profundo del qué, cómo, cuando y donde ejercitamos nuestra necesidad de alimento, abre las puertas de nuestra conciencia y nos hace creadores de nuestra propia experiencia aumentando cada vez nuestro poder y control personal.
La transformación y los cambios necesarios que se deben hacer para buscar la salud perfecta requieren en primera instancia sentir el deseo profundo de bienestar tanto físico y mental como espiritual. El deseo de bienestar enfrenta obstáculos que impiden reconocer nuestra propia naturaleza como espíritu, este deseo esta influenciado por los prejuicios que tenemos constantemente. La falta de concordancia entre el prejuicio y la responsabilidad que tenemos de mantenernos sanos nos convierte en culpables y temerosos haciéndonos permanecer en un status quo que mengua nuestra potencia de obrar y nuestro potencial creador para encontrar el camino a la sanación. Cambiar y transvalorar nuestra propia realidad es un reto que implica compromiso continuo en donde la práctica del no-juicio y el no culpar a otros de nuestros desaciertos garantizan la purificación del prejuicio y la limpieza de hábitos no saludables encontrando el bienestar a través del amor propio y el amor incondicional. Este paso de una conciencia ignorante y reactiva hacia una conciencia activa e iluminada se hace a la par con el paso de una salud inarmónica y quebrantable a una salud equilibrada armónica y perfecta donde ya no podamos decir que “somos lo que comemos” sino que “comemos lo que somos”.